lunes, 18 de julio de 2016

Bones. Reseña The Jewel in the Crow (11.21) El penúltimo de la penúltima.




Hasta aquí hemos llegado, con The Jewel in the Crow, se acaba la parte amable de la temporada, en el próximo episodio llega el horror. 

Cuando el verano pasado Michael Peterson y Jonathan Collier planificaron la temporada se enfrentaron con el dilema de si la Undécima sería la última. Previéndolo idearon un épico final en un arco de dos episodios centrados en la reaparición del asesino en serie que el equipo descubre en The Monster in the Closet (11.13); el penúltimo episodio (11.21) terminaría en un gran cliffhanger que sería resuelto en el último  (11.22).


Pero los showrunners propusieron y dios, digo Fox,  dispuso renovar Bones para una decimosegunda y última temporada; así que a Peterson y a Collier no les quedó otra que cambiar la planificación de los episodios finales, convirtiendo el que estaba previsto para el penúltimo  en el episodio final de la temporada. En medio de estos cambios y sin duda mediatizado por ellos aparece The Jewel in the Crow.

Pero lo mejor será empezar por el principio y el principio no es otro que:

UNA ENFERMERA SÁDICA


Y el doctor Hodgins y Angela llegando por la mañana al Jeffersonian discutiendo si ha sido un error cambiar de fisioterapeuta, porque la nueva está sometiendo a un duro trabajo a Hodgins. Angela cree que ese trabajo dará frutos, él es un poco más escéptico, le ha estado torturando durante el último mes y no nota ningún cambio. Está bien como está, pero también lo estaba con el “viejo terapeuta”.

— Llamas vieja fisioterapeuta a una tía buena de 26 años… — le contesta sarcástica Ángela, pero el doctor es inocente, ni se había dado cuenta de que estaba buena. Y en esas están, que si celos que si torturas cuando Angela se extraña del olor del Jeffersonian. 


Huele como una residencia de estudiantes… ¿alguien ha celebrado una fiesta aquí y no nos han invitado? —pregunta Hodgins percatándose del olor. Pero no. no hubo tal fiesta, según Cam, el olor proviene de un cadáver convertido en un acerico que se encontró en un depósito de una planta de reciclaje de vidrió.



Mientras Angela y Cam cotillean sobre la próxima boda, a sus espaldas se oye un estropicio. Una papelera ha rodado por el suelo, Hodgins levanta las manos, él es inocente, piensa que ha sido un temblor, aunque ni Angela ni Cam han sentido nada. Pero él insiste, el fenómeno de “El niño” ha incrementado la actividad sísmica en Virginia.


O tú tiraste la papelera —le recrimina Cam.

ABUSO DEL ALCOHOL O 
CRISIS DE LA MEDIANA EDAD


Cuando los showrunners comentaron lo que íbamos a ver en esta temporada nos anunciaron que Booth atravesaría una crisis de la mediana edad por un pequeño problema. Y lo cierto es que cuando vemos a Booth y a Brennan camino del trabajo, quien conduce es ella. Booth tiene la vista borrosa por causa, según él, del par de cervezas que se bebió la noche anterior. Como es de razón, Brennan no está de acuerdo con el diagnóstico, si fuera por causa del alcohol los síntomas serían otros. Y por supuesto Booth protesta, está bien.




 Sin embargo cuando entrecerrando los ojos intenta leer el nombre de la avenida por la que circulan, se equivoca de “Estado”. “Avenida Michigan”, dice. “Avenida Missouri”, le corrige Brennan.



—¡Ah, bueno! Es un estado —se defiende displicente Booth.

Pero Brennan no sería su mujer si no se preocupara, ella  con la ciencia de su lado insiste el consumo de alcohol no causa visión borrosa, Booth tiene que llamar al oculista en cuanto llegue a la oficina. Y Booth no sería Booth si no se defendiese sacando a relucir que su visión siempre ha sido perfecta, aunque tiene perdida la batalla en cuanto su mujer le recuerda que ya no tiene veintidós años.  Por supuesto él contraataca:


Para, yo conduciré —le pide decidido.
Excelente idea — responde sarcástica Brennan — vamos a arriesgar la vida de los padres de nuestros  hijos  para que puedas sentirte varonil, viril y joven.
Soy varonil, viril y joven —protesta Booth.
Y yo estoy conduciendo. — Dice taxativa, la discusión se ha terminado la madre ha ganado.


LA CONEXIÓN FRANCESA Y 
LOS LADRONES DE GUANTE BLANCO


Peterson lo ha confesado, le encantan las películas francesas de robos, así que tiene sentido que el alfiletero fuese en vida una mujer francesa, la Marquesa de Chaussin, que haya un inspector francés, el inspector Rouseau, que persigue a unos ladrones de joyas y sospeche que el asesino sea el marido de la víctima, el Marqués de Chaussin y que dos días antes se produjese el robo en la exposición Jewel in the Crow de  una daga valiosa, copia de la daga incrustada de diamantes y esmeraldas robada del museo de Estambul en la película Tokcapy (1964, Jules Dassin). 


 En los diálogos hay un montón de referencias a las películas de robos de guante blanco,  convirtiendo a Aubrey en su portavoz. A él le encanta Rififi (también de Jules Dessin, 1955) considerada por los críticos como la mejor película de robos de la historia, película que  aburre a Booth después de todo la escena del robo dura 32 minutos y no tiene dialogo. Thieff, (1981, Michael Mann), protagonizada por James Caam, que le encanta a Booth y Atrapa a un Ladrón (1955, Alfred Hitchcock)  protagonizada por Cary Grant que les gusta a los dos.


La trama se inicia cuando Brennan descubre un diamante con número de serie escondido en la mandíbula de la víctima y al Jeffersonian llega el inspector Rousseau, el conoce el nombre de la víctima y hasta a su asesino. Por supuesto Brennan no está de acuerdo, si no sabe aún si ha sido asesinada, cómo va a saber el nombre del asesino.



La intriga está planteada a la manera de las viejas películas de robos de guante blanco, con un gran suspense (aunque lastrado por la falta de presupuesto que limita la acción a imágenes de ordenador y a una sexy “becaria” saliendo en bikini de la piscina). Una intriga que gira y gira sobre sí misma, con más vueltas y revueltas que el cordel de una peonza.



Y en la que todos los involucrados son sospechosos y todos  mienten. Desde el experto gemólogo que talló el diamante robado, al inspector francés que no sólo se había visto con la víctima horas antes de su muerte sino que también había sido apartado del caso por sus superiores por la animadversión hacia el Marqués. Por supuesto también miente el Marqués, “arruinado”, la supuesta “becaria”, la encargada de la tienda dónde se robó la joya y hasta la propia víctima que resultó ser la ladrona del diamante.



Al final puede decirse que murió por amor. Aunque mantenía una aventura con el gemólogo, que resultó ser el ladrón, la marquesa robaba para poder recuperar las antigüedades que su marido se había visto obligado a vender por la crisis económica. Y el gemólogo, enamorado, no lo soportó. La mató porque se negó a ser suya.

LOS FANTASMAS ATACAN A HODGINS…


Es sin duda lo más divertido del episodio. Fenómenos extraños persiguen al doctor Hodgins. Allá por dónde van los objetos se caen. Daisy no puede creer que sean terremotos, pero le resulta interesante, desde la muerte de Sweet ha aprendido a abrir su mente, tal vez lo que le sucede a Hodgins es que tiene un poltergeist.

 — Daisy, no estoy siendo perseguido por un fantasmaprotesta el doctor.


Lo que Daisy cree es que tal vez los espíritus estén intentando enviarle un mensaje, alguien como el doctor convencido de que los extraterrestres existen debería ser más abierto a lo paranormal, dice un tanto asombrada. Pero el doctor sólo está abierto a lo que tiene una base científica y desde luego los fantasmas no la tienen.

Bueno, se puede ignorar el mensaje; que es su prerrogativa. Pero yo sólo te aviso, es posible que tenga compañía por un tiempo. A ellos les gusta ser escuchados.

Ella cree en los fantasmas, le confiesa, porque vio a Lance después de muerto, fue él  quien le dijo que siguiera adelante con su vida.



No es un fantasma, Daisy —insiste el doctor. Está cansado, su fisioterapeuta sádica lo había molido y lo último que quiere hacer ahora es pensar en Patrick Swayze tratando de enviar un mensaje.

Y DAISY LOS CAZA…



Tenía razón el doctor Hodgins, no lo perseguía Casper y Daisy la cansina e insistente Daisy hace suyo el caso y termina cazando al culpable. Científicamente. Porque resulta que los objetos que se caen, se caen de mesas metálicas cuando Hodgins se encuentra cerca. Y con cinta métrica en ristre descubre que en las mesas hay huellas de calzado con suela de caucho artificial con rayas cruzadas, las mismas que en los reposapiés de la silla de ruedas.


—Tú golpeaste la mesa —le explica. 

Por supuesto, Hodgins no la cree, está paralítico por si no se había dado cuenta. Pero la ciencia lo demuestra y tal vez se le haya olvidado que su nueva fisioterapeuta sádica ha estado trabajando duro sus músculos. Pues al final ha conseguido que le respondan. No fue un fantasma ni un terremoto, fue él. Fueron sus músculos al contraerse.

Una luz de esperanza se abre para Hodgins, podría ser el primer paso.



— ¿Primer paso para qué?—le pregunta Angela entrando en su despacho.

—Estamos hablando de un primer paso para... un primer paso —dice con voz entrecortada, sus piernas se están moviendo, aunque él no pueda sentirlo—. Angie, creo que la enfermera sádica me va a ayudar  a caminar de nuevo —y en sus ojos hay emoción, incredulidad y sobre todo esperanza.



¿Volverá a caminar el doctor Hodgins? Según las declaraciones que Peterson le ha hecho a Marisa Roffman (ver aquí), no va a suceder pronto “su viaje está lejos de terminar”, ha dicho.  Hodgins no va a recuperar automáticamente su movilidad completa de nuevo: "La historia no necesariamente va por donde se podría pensar que iría", explica. Cuando han empezado a planificar Bones12, a sugerencia de Karine Rosenthal han ajustado la trama: "La respuesta a corto y largo y corto iba en una dirección,  hay voces nuevas  y creo que hemos encontrado un mejor camino a seguir con su personaje." ¿Cuál será? Qui lo sa. 

LA RAZÓN Y EL… “TE LO DIJE”


Que Brennan y Booth son una pareja de testarudos no se nos escapa a nadie, que ambos quieren llevar razón y tener la última palabra tampoco. Ocurre, una vez más con el problema de la visión borrosa. Booth se resiste en un primer momento a hacer caso a Brennan y visitar el oculista por mucho que Aubrey le diga que no es ningún crimen llevar gafas.


Sin embargo decide hacerlo, cuando al recibir el informe del inspector Rousseau, sobre el robo y el asesinato ocurrido en Francia del que acusa al Marqués de Chaussin se da cuenta de que no puede leerlo. Eso sí, le exige a Aubrey estricto secreto; no necesita oírla decir: "Te lo dije".  Según Booth la única razón por la que va a hacerlo es poder decirle a Brennan, "Te lo dije".  
¿No os lo dije? Booth no quiere dar su brazo a torcer.



Aubrey guarda el secreto, el medio segundo que Brennan tarda en contestarle con toda la sorna del mundoAsí que Booth se encuentra en una reunión en la Embajada de Francia…”


Conoce a su marido, sabe que ha ido al oculista, pero no le dirá nada.No necesita oírle decir que yo tenía razón. Me es suficiente con  saber que él sabe que yo tenía razón”.

¿Tenía yo razón, verdad? Brennan siempre quiere tener razón.

Y a pesar de lo dicho, también la última palabra, porque en cuanto se encuentra con su marido le suelta: “¿Cómo fue tu tarde en la embajada francesa? Claro que en esos instantes el lleva gafas. 



Unas preciosas “Rayban” que le hacen parecer sexy, en eso tiene razón la doctora; que  Booth, sin embargo,  se ve ridículo, como un sabihondo, aunque termina por reconocer que no le importa porque es algo temporal.



Y sí, reconozco que cuando dije que Booth padecía de vista cansada, me equivoqué, aunque no asumo toda la culpa, el padecer una Coriorretinopatía serosa central, que es lo que él padece, una acumulación de líquido en la retina, es normalmente debido al estrés y nada tiene que ver con la edad…

Y AL FINAL, ¿QUÉ?… 

AL FINAL SEXO CON GAFAS



Una vez detenido al gemólogo asesino, el inspector Rousseau, en agradecimiento a las gestiones de Booth con sus superiores para reintegrarle a su puesto de trabajo, les regala una botella de vino (habrá que pensar que es un buen Burdeos) al menos así lo reconoce Booth.


Brennan se extraña de que pueda leer la etiqueta sin las gafas.



Booth vuelve a la carga, él le dijo, igual que el doctor que su problema era sólo temporal. Se siente bien, sano y joven.



Su visión ha vuelto a ser perfecta y no las necesita… Sin embargo para Brennan no es un buen asunto… —¿Por qué? ¿Te gustan las gafas? —le pregunta extrañado.


—Eran sexys, Booth. Tenía la esperanza de que las llevaras puestas en la cama.


—¿En la cama? ¿Por qué?—Pregunta Booth un tanto espeso.



—Bueno, esperaba que las usarías, nada más.—le responde con mirada retozona, y Booth por fin lo comprende.




—Guau. ¿De Verdad? Bueno, creo que puedo solucionarlo —dice poniéndose las gafas… torcidas.



A Brennan así no le gustan, no resultan atractivas, están poco firmes, y aunque puede que (tras su uso) terminen así, no quiere que empiecen así.



Y mientras caminan hacia su dormitorio, Brennan juega a probarse las gafas… seguro que estuvieron jugando con ellas hasta que desatada la pasión fundieron a negro.
¿Cómo creéis vosotros que terminaron la noche las gafas?

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