miércoles, 30 de enero de 2013

GIRLS, UNA MIRADA ATRÁS


Antes de que el fásmido os hable de Girls, 
 reproduciré lo que escribí sobre la primera temporada como Marien.
 Se publicó el 13 de junio de 2012 en Frikarte. 
Lo transcribió Mariencita y se tituló:

Girls: La liga de las madres indignadas
 con Lena Dunham

Hola, soy Marien, Marien, hija.


Me explico, mi madre se ha quemado la mano cociendo unos bogavantes y me ha ordenado que le escriba el post. Como en lo tocante al euro es peor que la Merkel y la beca me tiene de continuo en la bancarrota, no me queda más remedio que obedecerla o perecer, así que sin más demora comienzo con el rollo de la vieja:

"Una de las cosas buenas que traen los años es la perdida de la memoria, lo sé, porque ya he olvidado las tonterías que cometí a los diecisiete. Y eso, la pérdida de los recuerdos infames, contribuye más que ninguna de las decisiones del Eurogrupo a mantener la sociedad en calma. Me ocurrió viendo el piloto".
¡XXXDDDD, que fuerte! Que manera más... más de comenzar post. Y luego querrá que la lean. En fin, sigo…

“Creo que no digo nada nuevo, si confieso que cuando desaparecieron los títulos de crédito aún seguía con la boca abierta. ¿Por qué, os preguntaréis algunos, si va de las pijadas de cuatro niñas de Nueva York? ¿Por qué, os preguntaréis otros, si sólo es una reproducción de lo cutre, egoísta e irresponsable de sus vidas? Y otros diréis, “Pues por unas niñas mimadas pegadas a un iPhone, no merece siquiera abrir la boca”; otros, los más concienciados con el medioambiente me regañaréis, “No te quedes con la boca abierta, se te meterá en los pulmones el olor del apartamento sórdido del sórdido novio con el que la sórdida protagonista práctica sus sórdidas sesiones de sexo canino”.

OK, OK, Ok. Descodificando la perífrasis, resulta que la vieja habla de Girls. ¡¡¡Girls!!! La serie de la HBO, creada, escrita, dirigida e interpretada por Lena Dunham y producida por Judd Apatow. Pero… ¡ay, Dios!, ¿qué hace mi madre viendo Girls? ¿Cuándo se ha saltado el control filial? Una madre hace rosquillos o encaje de bolillos, ¿pero ver Girls? XDDDDD. ¡¡¡No!!!




¡Si su serie favorita es Orgullo y Prejuicio, la de Colin Firth! ¡Si no la va a entender! Esto va a ser un desastre, vergüenza me da seguir…, en fin.



Continuo:
 “Me costaba dormir, me acordaba de cuando era como ellas, ¡cómo se parecía lo que acababa de ver a mi historia, incluido el sofá! Y me entró algo así como una nostalgia, como un deseo de no haber conocido tan bien a Elizabeth Bennet, de no haber sucumbido a mi particular Pemberly, de volver a tener veinte años y todas las opciones abiertas para el amor, incluso las del ridículo y la desesperación; pero sobre todo de lo bueno que hubiera sido tener a los veinte años mi propia serie de televisión”.



"Harta de dar vueltas googeleé a Lena Dunham y me quedé de piedra con sus antecedentes, la niña tenía un perfil de seis páginas en el New Yorker. Con sólo veintiséis años, ha dirigido, escrito y protagonizado, además de incontables cortos, dos webseries “Tight Shots” que se puede pillar a través de la página de sexo Nerves.com y “Delusional Downtown Divas”, y dos películas: “Creative Nonfiction” y “Tiny Forniture” por la que recibió el premio en el South by Southwest Festival. Eso si es un currículo".
 "Y entonces lo supe. Pensara lo que pensara sobre Girls, opináramos lo que opináramos los curritos, estábamos equivocados. Girls era la serie del año. No, no, qué digo del año, de la década, si me apuran del siglo.
 Vamos que a partir de ahora, ningún trabajo sobre la condición femenina será válido ni tendrá credibilidad sin una referencia a Girls y una entrevista a Lena Dunham. Y por supuesto, en los foros de internet, en el New York Times, en el Hufintong Post, incluso en su recién sucursal abierta de España (esa de la que si eres blogger te alimentas con el brillo de tu foto y pagas la hipoteca con la tinta de tu nombre), ya no se hablará de otra cosa.
Y los gurús de la crítica televisiva (estos sí bien pagados), los Sepinwall, Poniewozik, etc…, nos deleitarán, hasta hacernos levitar, hablando de lo bien que ha retratado Lena a una generación perdida de mujeres, de la sublime, inteligente, electrizante, genial mezcla que entre sexo, ficción y biografía ha facturado la niña y no dudarán en compararla con el reciente Príncipe de Asturias de las Artes, Philip Roth.

Claro que Roth últimamente con tantos achaques huele a viejo y anda necesitado de una dosis de Prozac. ¿Necesitaría Lena Dunham una de Orfidal y otra de Bromuro para tranquilizarse? ¿A qué me olía Girls? En principio a sexo rancio; aún así me pregunté, ¿si yo tuviera veinte años y estuviera pérdida me engancharía a Girls? Sí, sí, sí, claro que sí. El sexo, el desamor, el ridículo, la frustración, el fracaso, el deseo de encontrar tu sitio, de que te amen es tan fuerte a esa edad que seguro que si tuviera veinte años habría ascendido a Hannah Horvath (el nombre de Lena en la serie) y a sus amigos al santoral.”

 J…* con el ladrillo de la vieja. Pues sí que se ha puesto intelectual. Un momento…, esto se pone peor. XXXDDD, van a crear la liga de madres indignadas contra Lena Dunham. Ella y la dueña de su peluquería. Lo dice, lo dice:

“Candy, la dueña, que cuando se menciona a la HBO inclina la cabeza en señal de respeto, andaba con cara de sargento de pelotón en misión suicida. En cuanto se percató de mi presencia se vino a mí y me preguntó de sopetón mi opinión sobre Girls.
 - Pues qué voy a opinar, que estamos ante una serie de culto, que las generaciones venideras se parecerán a esas cuatro niñas como la nuestra se parece a Carrie Bradshaw y a sus amigas. Que se ha acabado el reinado de Mad Men, que Juego de Tronos tendrá que esperar a que llegue el invierno de 2020, cuando menos, que Breaking Bad queda descartada para los restos de los Premios de la Crítica, los Globos de Oro, los Emmy y hasta si me apuras de los Oscar; ya verás, ya verás, este año la Academia saca una nueva categoría para premiar a la Dunham.

 - ¿Qué…, qué, estás borracha o te has chutado?
 - Pues no, pero mira, me he pasado la noche viendo los cortos, las webseries y los trailers de las películas de la Dunham y me he convertido en una Girlsadicta. Créeme, créeme, se de que te hablo, va a ser un fenómeno viral… A la niña le sobra experiencia y confianza en sí misma, mira, mira que poco teme al ridículo.
- ¿No te acuerdas de que tienes una hija?
Me quedé helada, ¿mi hija? ¿Qué tenía que ver con Hannah Horvath?

Candy me miró con ojos de asesino en serie, ¿era estúpida o me hacía la tonta? Decían. Y cuando iba a enseñarle los vídeos, Candy me cerró el ordenador con muy mala leche y me preguntó.
 - Mi niña no es como Lena –me defendí. Y entonces rotunda me contestó.
- Todas hemos sido como Hannah. Todas pagamos, ¿ya no te acuerdas?

No la entendí, al principio creí que lo que quería decir era que una antiestrella no podía convertirse en diva de la televisión, que no podía haber una Tina Fey con sobrepeso. Me pareció injusto. Y de pronto el dilema dejó de importarme, mi cuerpo empezó a actuar al margen de mi razón. Los sudores se me iban y se me venían. Y es que en mi cabeza se fraguaba la imagen de mi Mariencita haciendo el perro en el sofá con el maldito Adam y sentí terror, terror de que a mi niña, tan inocente, tan deseando, como la propia Hannah que alguien la amara, permitiera a algún degenerado abusar de ella.

Y entonces me indigné. Vaya si mi indigné. Nadie tenía derecho a dar semejante ejemplo en la tele. Nadie, y menos una niña de papá de Manhattan como Lena Dunham egoísta y mimada. Qué sabía ella lo que costaba sacar adelante a una hija, y no, no era sólo la escena del sofá, también la había dibujado ladrona, mira que robarle la propina a la camarera, sucia, vaya asco de habitación, con los condones usados rodando, e inconsecuente, tan feminista y aguanta que su jefe la manoseé. Y encima decir que todo era por su obra. “Su obra”, ¿las enfermedades venéreas, también? Cuatro insensateces chorras en un papel y ¡ale hop!, la gloria. Lo único aceptable era la actitud de los padres, habían hecho muy bien, pero que muy bien cortándole la paga. La única forma de que madurará era obligándola a valerse por sí misma.

Tenía razón Candy, Girls era un puñetazo en el estómago de una madre. Así que me arremangué cuan Agustina de Aragón, me volví hacia ella y disparé el cañón.

- Basta de manipulación, fuera los hypes. Creemos una Liga de madres indignadas con Lena Dunham. Acabemos con Girls”.
J…*. Vaya cuelgue que lleva la vieja. Ahora entiendo, por eso lleva toda la semana dándome por saco. Es mentira lo de la quemadura, sólo pretende controlarme.  ¡Qué ya está bien, que yo no soy Hannah, que no estoy escribiendo ninguna Obra, que sólo quiero terminar la carrera y marcharme de una vez de este jodido país!

En cuanto acabe de pasar el engendro se va a enterar la Lena de los c….*. Yo y mis tres mil quinientas amigas sí que vamos a crear la Liga de las zorras indignadas. Indignadas contra Lena Dunhan. Por estafa, que ella de perdida nada, mucho sexo subversivo, mucha desvergüenza y angustia pero haciendo caja. J…*. Y ya está bien. Estoy harta de tanta “Mariencita tráeme, Mariencita, toma”. ¡¡¡Quiero ser libre!!! Ya.



Y otra cosa, por si no queréis perder el tiempo, los cortos, las series y las películas son monotema. Sí, del sexo de Lena y el de sus amigas. No os engañéis, en plan charleta y sin Manolo Blahnik, mucho bla, bla, bla, y poca chicha.

Y por si mi madre lo lee. ¡Mamá, no todas somos Hannah Horvath!

(Aunque si alguien le pasa la dirección de mi web al jodido Judd Apatow no me importará desnudarme en hora de máxima audiencia)




jueves, 24 de enero de 2013

¿QUO VADIS, BONES?




Ad gloriam, ad eternum, ad posterius, a la gloria, a la eternidad, al futuro, diría una adicta a Bones parafraseando al doctor Landis Collar, del Instituto Collar :)

Sin embargo una simple fan, una abejita amable y trabajadora que comparte y distribuye las migajas de información que aquí y allá le ofrece la cadena, que sufre y se conduele cuando alguien habla mal de la serie, pero que aún conserve intacta y con capacidad de raciocinio sus neuronas no estaría tan segura. No, viendo como se está desarrollando la octava temporada en emisión. No, después de soportar en un mismo día dos episodios como los emitidos el 14 de enero: “The Diamon in the Rough”, más que divertido, ridículo, con uno de los finales más cursi visto en décadas en la televisión y “The Archaeologist in the Cocoon” en el que lo más interesante había sucedido en el paleolítico. 


Estos episodios han hecho saltar las alarmas en los foros y gritar a más de una fan: “¿Qué está pasando con la serie que adoro que me van a obligar a odiarla?" Y no son trolls, sino leales y fieles seguidoras de Bones desde la primera temporada.

Intentar contestar a la pregunta no obliga a leer las cartas de Avalon Harmonia, la médium, ni siquiera a releer las profecías de Nostradamus. Otra cosa bien distinta sería intentar averiguar el porqué, eso sí implicaría hacer suposiciones e inventar teorías inverosímiles por la falta de información. 


Lo que sí se puede intentar es una aproximación ordenando los datos objetivos conocidos al comienzo de la temporada. Porque no hay que perder de vista que, como dice David Simon, creador de The Wire, The Corner, Generación Kill y Treme, una serie no se debe analizar episodio a episodio sino cuando se ha visto el final.

Y eso también vale para un procedimental como Bones, porque si bien los asesinatos que investigan son autoconclusivos (salvo los del asesino en serie Pelant que forman su propio arco) las relaciones entre los personajes están serializadas desde la primera temporada. Y no hay que olvidar que el éxito  de Bones se debe al tratamiento que hace de sus personajes, principalmente la construcción /deconstrucción de la Doctora Brennan.


Para hablar de lo que está pasando en la octava temporada hay que tener en cuenta la situación, un tanto incierta, con que se encontraron los productores a la hora de planificarla. Principalmente debían considerar que se trataba de la octava y aunque parezca una obviedad señalarlo no lo es, la octava significa que el final de la serie se acerca. Sabían que tendría veintiséis episodios, de los cuales cuatro, los conocidos como bonus, habían sido grabados al mismo tiempo que se emitía la séptima temporada. Por otra parte, también sabían que a los actores secundarios: Michaela Conlin, T.J. Thyne, John Francis Daley y Tamara Taylor se les había renovado el contrato en 2011 para dos años más, es decir que no concluirían hasta el final de la novena temporada. Y, algo importante, que la Fox pensaba renovar la serie; pero… tenían una gran incertidumbre:


David Boreanaz, el agente Booth, finalizaba contrato en mayo de 2012 y había anunciado en twitter su deseo de buscar nuevos retos. Y ese sí que era un factor fundamental a tener en cuenta, como han reconocido los productores ejecutivos, sobre todo a la hora de planificar el final. Si DB no renovaba el contrato Bones concluiría en la octava temporada (¿alguien se imagina que pudiera continuar sin él?). 

Con esas premisas comenzaron a escribir los guiones y a grabar la temporada en julio de 2012 y por supuesto a ellas responden los doce episodios emitidos hasta ahora, los cuatro bonus y ocho de la temporada regular, ya que la renovación del contrato de DB no se supo hasta el 22 de diciembre y la renovación de la serie la anunció la cadena el 7 de enero de 2013.


Normalmente en una temporada de Bones, hay tres o cuatro episodios buenísimos, casi siempre dedicados a la transformación y redención del personaje doctora Brennan, al pasado de Booth o centrados en su relación como pareja, otros cuantos buenos o regulares y el resto episodios basura, que entre veintidós episodios haya unos diez basura lo tienen asumido tanto las fans como las adictas. Pero en esta primera mitad de la octava esa relación ha  cambiado, siete de doce. Una barbaridad que no hay fan que resista. 


Exceptuando los dos primeros episodios del inicio de temporada The Future in the Past,  The Partners in the Divorce y el último emitido The Corpse on the Canopy, los tres de la temporada regular y The Patriot in Purgatory y sobre todo The Ghost in the Machine, de los bonus, los demás han sido esencialmente olvidables; los casos insípidos, su resolución por ciencia infusa y la relación de los personajes B&B rutinaria y sin química, salvo unas pocas y puntuales escenas.




Hay que tener en cuenta que el reto fundamental al que se enfrentaban los productores al comienzo de la temporada no era cómo volver a reunir a la pareja protagonista después del cliffhanger del final de la séptima. El reto era cómo mantener el interés de la audiencia cuando la relación de la pareja se había convertido, por fin, en un feliz y aburrido matrimonio (sin ceremonia) que cría una hija aparentemente sin grandes sobresaltos, lo que unido al también feliz matrimonio (con ceremonia carcelaria) de Ángela Montenegro y el doctor Jack Hodgins, dejaba pocas opciones en cuanto a los intereses románticos de los personajes. 



Sólo quedaban la doctora Camille Saroyan y el doctor Lance Sweets. Y es lo que han hecho. A la doctora Saroyan se le ha buscado un nuevo novio, Arastoo Vaziri, el squinter musulman (lo que no tiene sentido más que por la economía de medios, el ahorro en la contratación de otro actor recurrente), pero que cubre tramas durante tres o cuatro episodios: cuando se da a conocer la relación, en The Bod in the Pod, cuando se haga público para todos los personajes y cuando se den cuenta de la imposibilidad de mantenerla y rompan). Con el doctor Lance Sweet se ha optado por lo contrario. Se le ha hecho romper la que mantenía con Daisy, en The Tiger in the Tale. Nada que objetar.



Pero lo que tiene a la inmensa mayoría de las fans airadas y a los productores ejecutivos disfrutando como enanos ha sido el original enfoque que le han dado a la vida del doctorcito tras la ruptura. Desde el episodio cinco, precisamente uno de los bonus,  Method To The Madnes, Sweets ha pasado a compartir casa y bañera con Booth y Brennan; porque los productores se dieron cuenta de que era algo muy divertido, tanto que no se lo podían creer. Ni que decir tiene que así evitan las escenas amorosas de la pareja y obvian la parte romántica de la relación. Y eso les permite continuar con la falacia de “somos un procedimental que resolvemos casos de asesinatos”.

Eso es lo que dicen, aunque saben que no es cierto, que los siete millones en Estados Unidos que aun siguen fieles a la serie y otros tantos en el resto del mundo, les importa un pimiento los casos de asesinato, que por otra parte nunca han valido mucho. Sí sacamos una carta de Avalon podemos conjeturar que han considerado que introduciendo  un testigo incordiante en sus vidas y su relación obviarían la maldición de Luz de Luna, que en realidad sólo es pereza y desidia a la hora de escribir los guiones. Lo que no se entiende es como tan brillante idea no se les ocurrió antes a los showrunners de Luz de Luna o a los de Expediente X. 


Pero claro, no podía quedarse sólo en la parte romántica la exaltación del personaje. Desde su incorporación en la tercera temporada como psicólogo encargado de la terapia de la pareja, el doctor ha ido poco a poco involucrándose en la resolución de los casos. Ya en la séptima temporada se convirtió en agente de campo, tirador certero y experimentado interrogador. Y es que los productores han debido pensar que ya era hora de acabar con la acientífica forma en que el agente Booth resolvía los casos. Los squinterns, la doctora Brennan encontraban las pruebas, él, el motivo. En la octava el doctor Sweets identifica el móvil, interroga a los sospechosos, da órdenes a Booth de cómo proceder en la investigación y termina señalando al culpable, como en The Diamond in the Rough.


Y la serie se resiente del cambio de papeles, que digan que Booth es ahora el jefe de la Unidad de Delitos Graves no lo soluciona, lo que se percibe es que al personaje se le ha postergado en varios episodios, los mismos que las fans perciben como basura. Y aunque John Francis Delay tenga una brillante trayectoria como exitoso guionista de películas veraniegas,  para las fans ni pincha ni corta. ¿Por qué los productores han actuado así? Ellos sabrán. Es bien sabido lo poco que les importa la opinión de las fans. Pero como sigan por ese camino puede que para cuando llegue la novena se encuentren con que su suelo de siete millones de leales seguidoras se ha visto reducido considerablemente. No seamos agoreras, en The Corpse on the Canopy, el último episodio hasta ahora emitido las cosas han vuelto a ser más o menos como antes.



De todas formas, como es divertido jugar a pitonisa (y por supuesto equivocarse), y para intentar responder a la pregunta del título ¿Quo Vadis, Bones?, partiendo de lo que llevamos visto esta temporada, lo que sabemos de la serie y lo que cuentan los spoilers interesados, se podrían aventurar unas cuantas preguntas  sobre el final de temporadaJ.
         
Spoilers de los productores ejecutivos:

— Lo que queda de temporada, la relación entre Booth y Brennan será muy tensa.
— Pelant regresará para el final de la temporada, aunque no tiene porque ser en el episodio final.
Brennan recibe un disparo y tiene una experiencia cercana a la muerte en la que la visión de su madre muerta le hará de cambiar su forma de ver y relacionarse con el mundo.
Booth y Brennan discutirán sobre cómo les gustaría que fuera su entierro (ep 13).
Booth hace visitas secretas al hospital (ep 14).

Lo dicho por Emily Deschanel:

— Que en uno de los casos discuten sobre asuntos personales.
— Que en otro al ver cómo murió la víctima se pregunta qué es lo que está volviendo del futuro.

         Por su parte David Boreanaz en la entrevista concedida a Matt Mitovich dice:

— Que cuando se le acabó el contrato tenía oportunidades de ir a áreas nuevas (¿series, actividades, negocios, hockey?).
— Que en la reunión con los productores, estos lo convencieron de proseguir al llegar a un término medio (entre los intereses personales del actor y los de la serie).
— Que van a centrarse en el núcleo duro de la verdad interior de Booth.
— Que los problemas de salud van a llegar a buen puerto (signifique lo que signifique)

Y teniendo en cuenta todo lo anterior, y para divertirnos:


— ¿Volverá a vivir el doctor Sweets en su despacho? ¿O seguirá bailando con Bones eternamente? ¿Lo nombrarán director del F.B.I?
— ¿Pondrá Pelant una bomba en el Jeffersonian?
¿Se separarán Booth y Brennan al final de la temporada?, ¿acrecentarán la familia? Si es así ¿veremos los preliminares?
¿Volverá, cual oscura golondrina, el tumor cerebral a reproducirse? ¿O aumentará el líquido sinovial mañanero?
— Y por otra parte, ahora que la doctora habla ya con los muertos y acepta, como real, la visión de su difunta madre, ¿se levantarán los muertos de temporadas anteriores?, ¿la ayudarán a resolver los casos?



lunes, 21 de enero de 2013

QUIQUE EL CUATRO NOMBRES IX




Capítulo IX

Que trata de cuando conocí a una graja parlanchina Y MATÍAS SE ENFADÓ.

Volvimos al patio, Rosi nos seguía con un plato cargado de sobras,  Para Matías y los gatos, dijo. Bernardino descorrió el cerrojo de la puerta de los corrales. Y me quedé otra vez con la boca abierta. Como había dicho que daba al corral yo esperaba encontrarme con vacas y toros, como en las películas de vaqueros de la tele, pero aquello era otro patio, casi igual que el anterior, sólo que en lugar de baldosas rojas, el suelo estaba cubierto de cantos rodados. Empedrado. Y ahí os he pillado, je, je, ¿a que no sabéis lo que son los cantos rodados? Pues un canto rodado es ni más ni menos que una piedra redonda que cuando la pisas hace siuuuu, siuuu, siuu, siuuu, y si te caes encima no duele (aunque no os recomiendo que hagáis la prueba, a lo mejor sí... un poquito).

— Eso es un laurel —dijo Bernardino, señalando un arbol alto y fuerte que presidía el patio—, lo plantó tu abuelo el día que nació tu padre.

Yo sabía que al papá de papá se lo había llevado hacía muchos años Sunman, pero no me pareció muy conveniente decírselo, no quería que pensase que era un miedoso. Para disimular le pregunté: — ¿Y eso? —señalándole las plantas que rodeaban las paredes, repletas de hojas reverdes y sin ninguna flor.

— ¿Eso, lo de los arriates? —Se extrañó Bernardino— Eso sólo son hierbas —y como me viera una vez más con la boca abierta me explicó—. Hierbas que curan las enfermedades sin necesidad de acercarte a la farmacia. Mira, ven –dijo cogiéndome por un hombro y acercándome a uno de los arriates—, eso del rincón que parece un árbol enano es un saúco, y no verás muchos por esta zona, te cura los resfriados y la fiebre; esa  bajita con tantos capullos dorados es la manzanilla, dentro de dos semanas habrá florecido por completo, es una de las plantas que más cura,  el dolor de tripa, las llagas de la boca, las legañas; mira, esa otra con los tallos arqueados y con tantas espinas es la zarzamora, no florecerá hasta junio, te cura la diarrea.



— Y esa, esa que parecen ramas sueltas terminadas en espigas malvas es el espliego, huele, huélelo si te tomas una infusión desaparecen los nervios, y duermes a pierna suelta; y la que está al lado es la salvia, mira las hojas, por el revés parecen grises, tócala ¿a qué parece que tiene pelo?, ahora estruja las hojas entre las manos y huéletelas —lo hice y me pareció que notaba el peso de la cabeza—, a qué marea— me preguntó (a mí nunca me había dado un mareo, uno de la cabeza, a mí lo que me pasaba era que a veces se me dormía la tripa)— pues que sepas que aparte de dar buen sabor a la comida también cura los rasguños de las caídas en bicicleta porque tú sabes montar en bici ¿verdad?



Asentí, claro que sabía, bueno en bicicleta grande mamá nunca me había dejado montar, pero en mi triciclo vaya si corría, aunque tampoco me pareció oportuno contárselo, mejor dejar que hablase él, así podía aprender más cosas. Como lo de los arriates, ¿conocéis la palabra? Pues un arríate, aparte de un lugar con tierra rodeado de piedras es también un lugar dónde si te arrimas te pones perdidos de barro los pantalones y encima se ríen de ti. ARRIATE, eso, arrímate que te manche, je, je, je.

— Y ésa, es la hierbabuena —continuaba Bernardino y seguía señalándolas una a una— y ése tomillo, y ese romero, ya se le ha pasado su época, florece en enero y con una cucharadita  se te abre el apetito, a ti habrá que darte unas cuantas porque estás hecho un alfeñique.


Más que romero yo necesitaba cazos enteros del espliego ese que decía, tantas explicaciones me estaban poniendo de los nervios ¿y si papá había aprovechado mi ausencia y se había vuelto a casa? Estaba claro que no sabía qué hacer conmigo, tal vez…

Y sí aquella noche probé una infusión, la abuela tuvo que llevarme una taza a la cama  porque no podía dormir. ¿Podéis creer que exista una palabra así? INFUSIONES, en principio parece algo malo, como cuando vas al médico y te pinchan, ya, ya sé que eso son INYECCIONES, pero se le parece ¿no?, una INFUSIÓN podría ser una INYECCIÓN que se fuma ¿no?, pues no. Se bebe. ¿A que parece de broma?, pues es de verdad y las de espliego calman los nervios. 

Bernardino estaba resultando eso que mamá decía que debía ser yo de mayor: Un pozo de ciencia, sino hubiera sido porque por allí rondaban muchas mocas y se te metían por la boca la habría tenido siempre abierta.

— ¿Por lo que te he dicho? No, hombre, eso no es ciencia, eso se aprende solo, no hay más que observar  a las cabras o a las vacas cuando se ponen malas.

Por un instante la volví a abrir (la boca digo) así que las sabias eran las vacas y las cabras… eso, eso no me lo había explicado mi mamá.


Mientras tanto Rosi había abierto un portón y por él aparecieron, picoteando por entre los cantos (que protestaban diciendo cloc, cloc), un montón de gallinas. Me escondí detrás de Bernardino, por si acaso, yo nunca había visto ninguna tan de cerca. Luego, de repente apareció una más decidida que las demás mirándonos altanera y agitando con fuerza las alas, parecía un indio dispuesto a atacarnos. Bernardino me empujó hacia atrás y tuve que agarrarme como pude a su pantalón para no caerme.

— Quédate quieto, no te muevas, verás que susto se va a llevar ese presumido —y cuando el bicho estuvo a su altura le largó una patada que lo lanzó por la puerta abierta.— Ese gallo está pidiendo a gritos una buena olla y como se descuide la va a tener.

¿Eso… eso era un gallo? —Pregunté un poco asustado.
          
— Si, eso era un gallo y venía derecho a sacarte los ojos —contestó Rosi en medio de la puerta abierta—. El otro día se me tiró a la cara y me picó aquí, mira todavía tengo la señal. —Era cierto,  pegado a la nariz, cerca del ojo derecho, se le veía un rasguño—. Cuando paso al corral sola cojo el palo de la fregona, pero me despistó Lucrecia con sus tonterías y cuando quise darme cuenta lo tenía encima.

— Lo que yo digo —murmuró Bernardino—. Una buena olla y un buen arroz. Eso va a ser lo que va a conseguir.


De pronto un pájaro de plumas negras se posó en el hombro de Bernardino y repitió imitándole la voz: Una olla. Una olla.

— ¡Hola Lucrecia!, ¿qué te cuentas? —la saludó.

¿Kia entás, kia entás? —repitió el pájaro.

 Bernardino le ofreció un trozo de calabaza que sacó del bolsillo y el pájaro lo cogió de un picotazo. Yo estaba realmente impresionado, otra vez con la boca abierta. En mi vida había visto un pájaro que hablase.

— ¿Qué es? —pregunté.

Quique —dijo Bernardino muy serio—. Te presento a Lucrecia, una  graja muy mala y ladrona— y dirigiéndose al pájaro añadió muy formal—. Lucrecia, éste es Quique. Quique va a vivir un tiempo con nosotros, pórtate bien con él. Éste es Quique—repitió.

Kia-kie, kia-kie —dijo la graja.

— Ves que lista —señaló Rosi —ya se ha aprendido tu nombre. ¡Hola Lucre! —y acercándose al pájaro se puso a rascarle la cabeza.

Kia, Lucre, kiaa, Lucre —saludó el pájaro, imitándole la voz.

— No te he dicho que es muy lista, lo bien que arrienda a todo el mundo.

(¿La habéis leído? ARRIENDA, ¿a qué es bonita?, dentro de un rato os la explico, que si no me pierdo y quiero contar primero lo de Lucrecia)



— ¿Pica? —pregunté receloso.

— ¡Que va!, no te va hacer daño, sólo te dará un picotazo cariñoso para llamar tu atención o para quitarte algo que tengas en las manos y le guste; pero Lucre no quiere ir a la olla ¿A qué no?

A qué no, a qué no. —Y realmente era como si el propio Bernardino continuase haciendo la misma pregunta.

— ¿Le enseñaste tú a hablar? Y Bernardino me miró asombrado.

— ¿Enseñarle, a Lucre? ¡No! Aprendió sola. Un día me la encontré en el suelo medio muerta, se había caído del nido, me la traje y la cuidé. Es tan lista que no necesita más que oír una voz una sola vez para arrendarla.

Vale, ya habéis oído a Bernardino, a él esa palabra le encanta. ARRENDAR, no significaba como yo creía ALQUILAR, bueno, tal vez sí, porque que lo que la graja hacia era coger prestada la voz de las personas, me parece, aunque lo que Bernardino quería decir era que la imitaba. La abuela cuando me lo explicó me dijo otra tan rara o más, dijo REMEDAR, pero no me gustó, parece como que va a ponerse a remar. Yo también he aprendido a ARRENDAR, ahora ARRIENDO a Bernardino, pero sólo cuando estoy con papá para no ofenderlo, porque ARRENDAR a alguien no está bien. Pero, es muy, muy divertido.



Lo cierto es que la graja me miraba y yo la miraba a ella pero los dos manteníamos las distancias, tenía pico como el gallo. Bernardino me explicó que con la Lucre sólo había que tener cuidado de no dejar nada que brillase a su alcance, botones, monedas.

— ¿Se los come? —me parecía imposible.

— Qué va, se los lleva y los esconde en un lugar secreto.

— Yo sé donde lo tiene —dijo Rosi haciéndose la lista.

Lucre no es una ladrona corriente —siguió Bernardino—, digamos que se cree la dueña de toda cosa que brille; pero ladrona  no, qué va. ¿A qué vas a ser muy amiga de Quique? —le preguntó.

Kia-kie, kia-kie —repetía una y otra vez.

Matías llegó corriendo, ladrando y meneando el rabo, todo al mismo tiempo; se restregó contra mis piernas y puso el hocico en mis manos. Esta vez no me asusté, hasta me atreví a rascarle el cuello y pareció gustarle. La graja le arrendó y parecía que había otro perro más. Matías se quedó mirándola, no creo  que lo engañase, creo que pensaba en asustarla.



Luego la graja voló hasta posarse casi junto sus narices, Matías se limitó a levantar una mano para golpearla, y la graja, con un saltito, esquivó la zarpa sin asustarse y siguió ladrando a su alrededor.

Y claro está, Matías se enfadó y empezó a girar sobre sí mismo buscando a la pájara, que ni por un instante se quedó quieta; unas veces a saltos y otras volando lo esquivaba. Y entonces sí que se armó el jaleo, Matías, cabreado, comenzó a ladrar; la graja, pareció entonces asustada o lo fingió, el caso es que  huyó lanzándose como un rayo a las ramas más altas de un árbol del corral y una vez a salvo comenzó muy ufana de nuevo a ladrar.

¡Callaos ya! —Gritó Bernardino-. Vaya barahúnda que habéis montado. Lucre deja de ladrar y tú, Matías, que pareces tonto, con lo viejo que eres y que siempre te saque de quicio. Es que no te das cuenta de que nunca la vas a alcanzar—. Y como ninguno de los bichos le hacía el menor caso, cogió un palo. En cuanto lo vieron con él en la mano, sin que siquiera lo levantar, se callaron.—  Así me gusta, que me hagáis caso —dijo—. Y escucha, Matías, como vuelvas a montar otro jaleo porque la pájara te arriende te dejo sin comida, ¿a la vejez vas a volverte un perro tonto?

Perro tonto, perro tonto —repetía el eco desde el enramado.

—Y tú también —añadió dirigiéndose a Lucre que muy ufana seguía y seguía arrendándolo—,  ¿te has creído, que vas a salirte siempre con la tuya pájaro, loco?



Pájaro loco, pájaro loco... —y, como Rosi le tirará una tapa de cerveza voló a atraparla en el aire; al menos se calló.

— Están siempre así, estos dos —me dijo mientras echaba la comida del perro en un cuenco—. Si Matías tiene algún hueso, la Lucre se lanza a quitárselo y se lo lleva volando. Matías es un buenazo, seguro que le deja quitárselo para perseguirla un rato. La primera vez que le arrendó, el pobre se volvió loco intentando averiguar donde se escondía el otro perro, ahora ya sabe que es la Lucre, por eso le ladra con más ganas.




El corral era distinto a los patios, más grande, y con muchas puertas a los lados. Cerca de la entrada se encontraba el gallinero, rodeado de una tela metálica, con una puerta de hierro; pegados a la pared unos cuantos palos donde dormían las gallinas y en el suelo de tierra, como el de todo el corral, unos cajones de madera, nidales, NIDALES, ENE-I-DE-A-ELE-E-ESE- los llamó Bernardino, donde las gallinas ponen los huevos. También había unos cuencos, barreños se llaman y no sé porqué porque ni barren ni tienen leña sino agua, je, je, je.

 La verdad es que estaba admirado de todo lo que sabían aquellos dos, hasta entonces había pensado que mamá era quien la persona más sabia del mundo, mucho más que Sunman, por supuesto, pero empezaba a dudarlo. Claro que yo seguía haciendo lo que ella me decía, oídos limpios, ojos atentos y mente abierta, así que cada vez que escuchaba una palabra nueva procuraba repetírmela en voz baja para que no se me olvidase, cuando volviera a casa la buscaría en el diccionario, aunque nidales estuvo a punto de escapárseme porque andaba repitiéndome BARAHUNDA, esa sí que era rotunda cómo no, una vara que te hunde las costillas si no te callas cuando Bernardino te lo manda, je, je,je.

Esta puerta debe estar siempre cerrada —le decía Bernardino a Rosi un poco amoscado porque las gallinas andaban picoteándolo todo—, Enciérralas de una vez y que no se vuelvan a escapar.

Rosi se hizo la longui, (esta es buena, esta es buena LONGUI, que quiere decir distraído, y esta, que conste, que ya la sabía, que mamá me la enseñó), por lo que Bernardino insistió, y Rosi siguió modorrando (esta es de ellos y la verdad que no sé sí la digo bien, porque Rosi lo que hacía era dar vueltas con el perro, no dormir la siesta). Hasta que confesó que le daba miedo acercarse al gallo, así que Bernardino se fue hacia él y lo cogió por las alas.

—Tienes un buen arroz amigo, y a no tardando el mochuelillo y yo te vamos a zampar. ¿Te gusta el gallo? —me preguntó.

De ese nunca he comido —contesté.

— Claro que no. Cómo vas haber comido si está vivo —se burló.







— No,  yo he comido un pescado que se llama igual.

— ¡Ah! —se asombró Bernardino, y me alegré, al menos una vez había sido yo quien le había dejado con la boca abierta—, eso sí que no lo sabía. Tú sabes el refrán ese de nunca te acostarás sin saber una cosa más. ¡Un pescado qué se llama gallo!, ¿quién se lo va a creer!, pero bueno, ¿tú has comido pollo sí o no? —Asentí firmemente—, ¿te gusta? —volví a asentir—. Pues el gallo es todavía mucho más rico. Y si te lo guiso yo, te chuparás los dedos.

Soltó el gallo en el gallinero en cuanto Rosi metió dentro a las gallinas y cerró enseguida la puerta con el cerrojo.

— ¿Las vacas y las cabras dónde están?  —Pregunté, siguiéndole hasta una puerta muy rara, bueno no es no que fuese una puerta, es que estaba partida por la mitad, la parte de abajo cerrada, la de arriba abierta y por ella se asomaba...

— Ven que te voy a presentar a fray Junípero -me dijo.