lunes, 30 de marzo de 2015

Bones. Reseña del episodio "The Psychic in the Soup" (10.11). ¿Una historia de amor perdida?


Podría haber sido peor, mucho peor. The Psychic in the Soup tenía todas las papeletas para ser un episodio con “mala suerte”, de los absorbidos por la antimateria que rodeó la grabación del episodio The 200th in the 10th (como le ocurrió a The Mutilation of Master Manipulator, 10.09) y desaparecer en el baúl del olvido de Bones, pero no ha sido así, no del todo.

Su autora Lena D. White ha esquivado “la mala suerte” a pesar de que los protagonistas, especialmente la doctora Brennan, han andado medio desaparecidos (seguro que por la compensación de las horas extras trabajadas durante el rodaje de…, exacto, del rodaje The 200th in the 10th), y ha podido dejar suelta a la loca de la casa, la tarabilla de molino, como en realidad llamaba Santa Teresa de Jesús a la imaginación, y mientras “molía la harina”, Lena nos ha ofrecido un episodio coral, entretenido y con su punto justo de emoción.

Tal vez no fuese el que los fans esperaban, esperábamos, después de tres meses de destierro de Bones, tal vez no fuese el que la serie necesitaba para atrapar de nuevo a la audiencia perdida, pero dejando a un lado lo obvio, que los fans sólo damos por buenos los episodios que sólo tratan de la relación entre Booth y Brennan, olvidándonos de la audiencia que Bones nunca más volverá a tener…


… Un episodio que comienza con Booth, Brennan y Christine  compartiendo el desayuno con Buddy, el amigo imaginario de la niña, gran comedor de tartas, que sigue con la discusión de Brennan y Booth sobre las similitudes entre la relación de Booth con su Dios y la de Christine con Buddy; discusión que termina, como suele ser habitual, con el repiqueteo del teléfono que en este caso no avisa de la aparición de un cadáver sino de algo peor, del cumpleaños del doctor Sweets y de la obligación de Booth de comprarle sus donuts favoritos…

Un episodio que, como a veces sucede en la vida, el recuerdo del desaparecido de repente golpea a los vivos, abrumándoles con la culpa al percatarse de que el dolor que parecía no acabar nunca, en un momento se olvidó de doler, que su vida ha seguido adelante, que han reído, amado y disfrutado, mientras la del otro, la del muerto definitivamente se ha detenido, que se les había acabado el duelo y lo dejaron solo.


Un episodio que continua interrogando a un “cara de cuero” que con una motosierra en la mano, cubierto de sangre y restos humanos iba pegando gritos como un poseso por un parque nacional; citando la película La Matanza de Texas (1974), recordándonos que su primer título fue Cabeza de Jabalí (por el fiambre); que al descubrir el origen afroamericano de la víctima se preocupa por la posible desaparición de Beyonce y achaca una repentina nausea de la doctora Brennan a una bajada de la serotonina provocada “posiblemente” por el cumpleaños del difunto doctor Sweets:



"— ¿Cuántos años habría cumplido? —pregunta la doctora Saroyan a Brennan.
Treinta —responde apesadumbrada, aún ocupada por la pena.
¿No cumplió los treinta? —Se lamenta el doctor Hodgins"



"— Pero al menos fue feliz y eso es bastante impresionante—le responde siempre asertiva Cam, dejando que por un minuto de respeto la tristeza les embargue el corazón, para de inmediato, "preocupada por la productividad del Jeffersonian" concluir.
"— Sweets no querría que pensar en él nos apartara de nuestro trabajo —para hacerles volver a todos al tajo."


Un episodio en que tanto la doctora Brennan como Booth han vuelto por sus fueros, ella sarcástica, cuando Rodolfo Fuentes (Ignacio Serricchio) advierte que el cráneo de la víctima, que necesita reconstruir, está roto en cientos de trozos algunos microscópicos y aún pegados a la motosierra, Brennan con ese don de gentes que dios le ha dado, y que últimamente había perdido, le dice: 

“Dr. Fuentes, mi hija de tres años puede terminar un puzle de cien piezas en menos de una hora. No espero menos de usted.”


Sarcástica y generosa. “La ley injusta no es ley” decía San Agustin, y a la doctora Brennan no le han importado nunca tanto las leyes como para ponerlas por encima de las  personas y me ha encantado que hayan aprovechado el momento en que se encuentran las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, los acuerdos del presidente Obama y Raul Castro, para denunciar el embargo al que Estados Unidos somete a la isla; no, no es raro ni ilógico que queriendo Obama acabar con él, los contactos de Booth en la CIA hayan enviado los medicamentos del doctor Fuentes a Cuba. Y si yo fuese cubana después de ese gesto también me la comería a besos, como Fuentes.


Y no, no se me olvida Booth, a él, Lena D. White, también le ha dado la oportunidad de volver a ser el que era en las primeras temporadas, cuando el doctor Sweets y sus perfiles psicológicos eran una entelequia y Booth no se había convertido en el zángano de la colmena, sino el policía atento e intuitivo que gracias a su experiencia conoce a las personas, sabe de sus extraños comportamientos, sus reacciones y sus miedos.

Y sí, descarta a un sospechoso porque (pensando cómo Sweets, en realidad como él siempre ha pensado) el árbol dónde se encontró a la víctima está cubierto de iniciales de amantes y el crimen tiene que ser el resultado de un arrebato amoroso; pero también investiga el origen del dinero encontrado en la casa y cuando esa pista le lleva a la cajera de un pequeño banco, descubre mirándola con los ojos de su experiencia que la víctima y ella eran amantes. Ese es el Booth que nos trajo hasta aquí.  El hombre sensible que compra los donuts prometidos al compañero muerto; pero también el pobre chico de la calle que sabe que una vez comprados lo mejor es comérselos. Sólo por eso el episodio merece mi respeto…



… Pero además es un episodio  que culmina su primera parte con la aparición de la médium Avalon Harmonia (interpretada por la siempre genial fan de Bones, Cyndi Lauper), en la casa de la víctima diciendo que alguien contacto con ella desde el otro lado, que la pareja necesitaba su ayuda con el caso. Una aparición que convierte un caso rutinario de asesinato en una confrontación entre racionalidad y espiritualidad en la que más de uno termina derrotado; por de pronto a la racional Brennan la deja con la boca abierta y a Booth, literalmente, sin defensas, no porque descubra que en la habitación hubo una gran pelea o porque diga el nombre del hombre con el que discutió la víctima sino porque antes de que consigan echarla de la habitación pregunta “¿Es el cumpleaños de alguien hoy?”


… Un  episodio en el que Aubrey se licencia y con nota en la sala de interrogatorios, que para la entrevista con el falso médium con el que trabajaba la víctima, haya contado con la previa instrucción de Avalon no es óbice para que su actuación sea memorable, para que consiga engañarlo empleando los trucos con los que  él y la víctima solían desplumar a sus clientes, porque de eso también va The Psychic in the Soup, de falsos médium, de los chantajistas y los falsos conversos, de gente que basa su vida en la mentira y el engaño anteponiendo sus deseos a los que alguna vez los quisieron, de gente que cuando reciben amor y comprensión devuelven egoísmo y miseria. De gente que fingía oír hablar a los muertos.


… Porque este es un episodio en el que los muertos hablan… Un momento, un momento ¿no hablan en todos los episodios de Bones los muertos, como bien recuerda en su reseña Paul Levinson? ¿Por qué se enfada el doctor Hodgins ante la presencia de Avalon? ¿Qué otra cosa hace Brennan cuando mira un hueso sino entablar intima conversación con quién un día fue? ¿No es eso de lo que trata la antropología forense? De ceder la palabra al hombre, a la mujer ido. 


Y sí, la mayor derrota la sufre el rey del laboratorio, sólo que se la infringe su mujer y al final con: “Te quiero, lo dice todo”, se resuelve la batalla. Pero tenía razón AngelaLo imposible se vuelve realidad todo el tiempo”. Y la prueba no son las noticias de descubrimientos científicos que hasta hacerse realidad fueron meras locuras, sino porque al final cuando el doctor Hodgins se excusa ante Avalon por no permitirse creer que está en contacto con el espíritu del doctor Sweets, una excusa (fruto de su amor por Angela y no del convencimiento), obtiene de la médium una peligrosa confesión. “Profesor, no me la esperaba. Y eso es difícil de decir para un médium”. Una médium honrada.


… Un episodio en el que al final la relación entre el apesadumbrado espíritu del doctor Sweets y Avalon obtiene el éxito perseguido. Y no, no me molesta que utilice a Avalon (en cuyos poderes Sweets creyó desde que la conoció) para encontrar el Pen Drive, no el Drive Pen, como Avalon interpreta en un primer momento (debía de haber mala cobertura), en el que había guardado la obra en la que en secreto, ¡en secreto! y durante cuatro años, ha estado trabajando, y que no es ninguna disertación sobre la eficacia de los opuestos, sino la historia de amor de Booth y a Brennan: “Parts of the Whole”. ¿Una historia de amor perdida? Pero... si la hemos hemos seguido en directo y con repeticiones.

Un desliz que no me molesta. El duelo no se cierra hasta que uno se olvida del muerto. Y el del doctor Sweets había que cerrarlo; que hayan recurrido para hacerlo a Avalon le ha librado del dramatismo que de otro modo hubiera convertido el episodio en una repetición de la última parte de The Lance to the Heart.



Lo que sí me molesta, pero no creo que sea un fallo de la autora del guion, tal vez nadie le avisó, es que con Sweets como novelista, ya hay tres y medio en Bones. Es verdad que ahora das un golpe en el suelo y te salen diez escritores, pero tres en la misma serie me parecen demasiados (lease con humor y un punto de ironía). 

De la dedicatoria de Sweets sólo decir, que bien está lo que bien acaba que para eso fue escrita con tanto sentimiento y devoción.


Y el final, qué decir del final. Qué decir de ese Buddy, comedor convulsivo de tartas, que de repente renuncia a un trozo con tal que le cuenten una historia de amor…, precisamente “Parts of the Whole”. “¿Imaginario?se pregunta incrédula Avalon…

Por cierto, que como antigua anfitriona de fiestas imaginarias, no puedo dejar de felicitar a Christine, por lo bien que salió la suya  a pesar de que de repente se le presentaran invitados “reales” inesperados, que estuvieran a dieta seguro que ayudó un poco.


Y sí, esta no es totalmente la Bones que nos atrapó, ni la que nos tiene con el alma en vilo por si definitivamente hay que decirle adiós o no. Pero teniendo en cuenta los derroteros por los que ha transcurrido esta temporada tal vez no estaría de más aceptar que The Psychic in the Soup ha sido, a pesar de parecer un mal menor, un episodio agradable.

Podría haber sido peor… ¿Qué pensáis, os ha gustado?

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