domingo, 10 de noviembre de 2013

SLEEPY HOLLOW. La Increíble Resurrección de Ichabod Crane




Puede que la terra ingnota a la que viajamos después del último suspiro sea la única que hoy en día le quede al ser humano por cartografiar; hasta hora, a pesar de contarse por millones los exploradores que han cruzado la frontera, han sido pocos, por desgracia, los que han regresado y muchos menos los que se han atrevido a describir lo que allí nos aguarda. La verdad, sólo es necesario echarles un rápido vistazo para comprender que a  casi todos el regreso les ha sentado fatal (véase los zombis insaciables de The Walking Dead, los neuróticos existencialistas de In the Flesh o los exigentes insurrectos de Les Revenants), ni siquiera Buffy volvió a ser la misma cuando salió de la tumba; el mismo Lázaro de Betania, por poner un ejemplo incuestionable, sintió como tras el “Levántate y anda la gente se apartó de él.


Pero…, hay una excepción, una singular excepción: Ichabod Crane. Del protagonista de Sleepy Hollow, la serie que la cadena Fox ha estrenado este otoño, sólo cabe decir que la muerte le ha sentado muy bien y que su sorprendente resurrección, al contrario que a otros, le ha granjeado millones de fans. Cosas del silicio y la informática, o no, tal vez sea el genial y loco resultado de una perfecta tormenta de ideas, gracias a la cual los "visionarios" Alex Kurtzman, Robert Orci (Fringe, Hawai 5.0) y Len Wiseman (Underworld) han parido el método inefable para convertir todo este invierno en un caótico Halloween.


O no, tal vez sea verídica su propuesta e Ichabod Crane el Testigo profetizado que defenderá la causa de los hombres frente al mal y sus secuaces cuando llegue el “Gran día de Dios”; porque en este mundo de malvados, banqueros, políticos y conspiradores, los profetas y los testigos se ven forzados a utilizar los métodos más inesperados para concluir con éxito su misión, ¿alguien podría sospechar que aprovecharían una serie palomitera de la Fox?  


 Y el caso es que la primera vez que supimos de Ichabod Crane no podía ser más diferente. Por fecha tan lejana como 1820 apareció como protagonista de una historia “costumbrista, ciertamente humorística” de Washington Irving, el escritor romántico norteamericano. Era por entonces un petimetre con ínfulas, larguirucho, narigudo, melifluo y mal formado, muy dado al cotilleo y a los castigos corporales, de sus alumnos, claro; porque Ichabod era un maestro de escuela de esos de la letra con la sangre entra del que cabía decir eso tan español de  “pasas más hambre que un maestro escuela”.


Si Ichabod no se comía el sombrero era porque los norteamericanos tienen por norma dejar en manos de las familias y de los pueblos la educación de los niños. En Sleepy Hollow la costumbre era que al maestro lo alimentara cada semana una familia diferente. A Ichabod, soltero y muy pagado de sí mismo, esa disposición no le molestaba ya que gustaba de relacionarse con las dueñas de las granjas y sus hijas a las que, gracias a su singular labia, entretenía con  cotilleos y canciones.


Pero Ichabod aspiraba a más. Aspiraba a la mano de Katrina, la hija del rico del lugar, aunque en vez de soñar con las carnes prietas y virginales de la heredera, Ichabod, hombre enamorado pero con imaginación, soñaba y ciertamente veía, en los cerdos de la granja las ristras de chorizos y jamones, en los patos las fuentes de patés, en las gallinas los graneros repletos de grano y por ende el futuro glorioso que le esperaría cuando pusiera su mano sobre la dote de la dulce criatura sólo con que se decidiese a pedirle palabra de casamiento. 

Que la moza pudiese elegir a otro pretendiente quedaba tan fuera de sus pensamientos como convertirse en miembro del Congreso o reputado abogado. El caso es que según atestigua Irving al final del relato, algunos creen que lo vieron ejerciendo como tal, lo cual dada su peculiar idiosincrasia no es nada extraño que hiciera con éxito.


Y es que los “cabeza adormilada” que habitaban por entonces el apacible lugar a la orilla del rio Hudson llamado Sleepy Hollow eran muy dados a ensoñaciones, sobre todo en las largas y frías noches de invierno cuando las sombras buscaban refugio bajo los aleros de sus granjas  y el gemido siniestro del chotacabras amenazaba con arrastrar al infierno a las almas timoratas. Qué de raro que en esas lúgubres noches les diera por pensar que La Pesadilla, el diablo y sus nueve secuaces se paseaban a sus anchas por los alrededores. Qué, que creyeran escuchar entre los aullidos del viento y el croar de los sapos el retumbar de los cascos del caballo de un hessiano, enterrado en el cementerio de la vieja iglesia, cabalgando en medio de la noche hacia el campo de batalla en busca de su cabeza cercenada de cuajo por la bala de un cañón patriótico,  allá por la guerra de la Independencia.

Qué de extraño que el mismo Ichabod, ya fuese por el hambre o por sus largos paseos desde la granja dónde le servían la cena hasta la que le preparaban la cama, creyese vislumbrar entre los arboles el infernal relumbrón de los ojos del caballo del hessiano, qué de raro que todos en Sleepy Hollow estuvieran al tanto de esos terroríficos avistamientos. Qué de raro, a pesar de tratarse de gente campesina muy dada a la cachaza, que en cuanto se supo de su desaparición le achacaran el mérito al afilado filo del hacha del jinete descabezado.


Y el primero en creerlo fue el propio Ichabod quien sintió tras de sí la presencia amenazante del jinete cuando, después de ser rechazado por Katrina (en beneficio de otro pretendiente con mejor planta y dado a las cabalgadas nocturnas de taberna en taberna), regresaba del futuro al saco de paja que le servía de cama. El jinete airado le persiguió inmisericorde, le persiguió y, claro está, terminó atrapándole. Desapareció, Ichabod desapareció, que de tan singular encuentro sólo quedasen los restos de una calabaza destrozada pocos fueron capaces de entenderlo. El caso fue que de Ichabod Crane en Sleepy Hollow nunca más se supo.


Hasta que el 16 de septiembre de 2013, resucitó de entre los muertos y ya no era el mismo. Ni siquiera en apariencia, el apaga candiles que antes le partía el rostro en dos se había transformado en una nariz pizpireta y graciosa, sus ojillos vidriosos, ahora de un azul intenso, habían adquirido un brillo inesperado de inteligencia y su boca, deseable, se fruncía a veces en una encantadora sonrisa de chiquillo. Y aunque en su vanidad se pregunte ¿Mi aspecto se ve raro? No es cierto. Se le ve esplendido a pesar de sus más de 250 años.

Y sí, puede que resulte inverosímil que alguien se levante de entre los muertos sin que le cuelgue un gusano o una lombriz le salga por la boca y con la adorable pinta de Tom Mison, pero si no hubiera sido así ¿habría podido “el Testigo” hacer llegar su mensaje a los millones de humanos descreídos, y haberlos convencido de sus propositos con sólo seis apariciones? 


Tampoco hay que considerar asombroso que de sí mismo sólo recordase su nombre y su profesión (profesor en Oxford) pero a ver ¿qué hubieras recordado tú después de pasarte más de doscientos años invernando bajo tierra gracias a un conjuro y nada más despertarte te hubieras dado de bruces con un tráiler de ocho ejes dispuesto a devolverte de nuevo al otro mundo? Qué va a recordar uno si de repente se encuentra encañonado, detenido, anillado, amarrado a una silla, acusado de asesinar al sheriff del lugar y obligado a responder, sin un repaso previo a la metafísica,  preguntas como ¿quién eres, de dónde vienes, por qué lo has matado? y además atado a una máquina capaz de determinar si mientes o dices verdad.

Ichabod Crane, el dúo Kurtzman-Orci, no sólo le ha proporcionado una diferente apariencia sino una nueva identidad, ahora es un soldado a las órdenes del general George Washington, su adelantado y el nuestro en la batalla contra los demonios y sus secuaces por el dominio de la tierra. Una identidad de héroe con conciencia atribulada y dolor secreto en el corazón. 

Pero es que Kurtzman-Orci tienen el don de la profecía, su Sleepy Hollow, ese al que los más conspicuos críticos de la televisión aún están indecisos en declarar bueno, malo, genial o todo lo contrario, es un Apocalipsis expurgado de esdrújulas y metáforas para la asimilación de infantes y paganos.


Y ¿qué hace de un hombre un héroe? La batalla y la muerte. El Ichabod del dúo profético se enfrentó en singular combate con el campeón del enemigo, ese hessiano con el rostro oculto que bien pudiera esconder el del ángel caído o el de la misma muerte, y le cortó la cabeza. Si, Ichebod, el precursor, se toma venganza del Ichebod del porvenir. Lástima que resultara herido y las sangres se mezclaran sellando sus destinos.

Pero… el mal nunca gana, no entiendo el porqué de su insistencia en el enfrentamiento, escaramuzas tal vez, pero batallas, lo que se dice batallas apenas. Esta, la de la Independencia americana, la perdió, también el alma de Ichabod gracias al hechizo de Katrina, sí, han oído bien, la dulce Katrina, en otro giro inesperado de la trama no se casó con el jinete rufián, sino con nuestro héroe Ichabod.


Y Katrina, mujer enamorada, bruja de un aquelarre patriótico continental, cogió la biblia, abrió el libro de las Revelaciones y Ordo ab chaos, (también la masonería con su escuadra, su mandil aparecen por aquí), lo malo, porque todos los hechizos tienen su lado oscuro es que fue incapaz de desunir las sangres. Y ocurrió, ocurrió lo previsible, que despertado Ichabod despertó su enemigo.

Y en eso estamos, de nuevo comienza la batalla en Sleepy Hollow. Katrina, prisionera de Moldoch en un lúgubre y aburrido purgatorio, le advierte del regreso del jinete en busca de su cabeza y dispuesto a la batalla final. Ya no es sólo un soldado hessiano, ahora es el Primer jinete del Apocalipsis, su nombre es Muerte y sigue recorriendo el lugar en busca de su cabeza. No debe encontrarla, le advierte o la humanidad perecerá.


No cuento más que luego me acusan de espoilear, sólo que Ichabod, cómo es menester en toda serie que se precie y en todo héroe que lucha contra el mal, tiene sus compañeros, que en este caso se traten de una mujer negra "manumitida", la teniente Abbie Mills (Nicole Beharie) y el capitán Irving (Orlando Jones), también afroamericano, es una de las sorpresas que el mundo y la necesidad de ampliar audiencias, le ha deparado; aunque hay otras muchas.

Algunos dicen que demasiadas, que a los creadores se les ha ido la olla, que si en las profecías está bien unir mitos con símbolos (para mejor compresión de la visión), en una serie de televisión mezclar Expediente X, con Angel, Romeo y Julieta, New Amsterdam, Fringe, Hora Cero, puede resultar un pretencioso y aburrido bodrio. 

Pero creo que lo van a conseguir, que encontrarán el equilibrio entre el caos y la locura, que Sleepy Hollow puede convertirse en paradigma de las series fantásticas como Don Quijote, salvando las distancias, lo fue de los libros de caballerías. Hay dos ingredientes que los creadores manejan con soltura, el humor y el ritmo. Se ríen, se ríen constantemente de sí mismos y a mí me han hecho reír más que cualquier comedia de la temporada.



Y comprendo que la crítica favorita de Alex Kurtzman sea esa de "Tienes el jinete sin cabeza, pero... ¿con ametralladora?"

Se me olvidaba, quiero deshacer un bulo, en algunas críticas, sin duda propugnadas por el maligno intentando desacreditar al Testigo, se dice que Ichabod no es muy... limpio, que después de más de doscientos años aún sigue llevando la misma ropa, que no se lava. No es cierto, no es cierto, y aquí está la prueba... decidme si este cuerpo, digo... este hombre, no merece que se le de crédito en su misión:



Y para que veáis que no exagero en lo del humor os dejo el vídeo que resume los cinco primeros episodios en cinco minutos.







PP: próximamente en este blog: La sorprendente conversión de la teniente Abbie Mills


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